Intolerancia a la lactosa y su efecto en el estómago

Marta Valle
En este artículo
  1. Dolores de estómago derivados de una intolerancia a la lactosa

La lactosa es un tipo de azúcar que se encuentra en determinados alimentos de uso frecuente en la mayoría de los hogares como la leche, el pan de molde, los cereales, los yogures o las tortas. Cuando el intestino delgado no es capaz de digerir adecuadamente esta sustancia, su consumo es capaz de generar síntomas anómalos relacionados con el sistema digestivo, por lo que puede ser desgraciadamente habitual el desarrollo de acidez estomacal, gases, reflujo, úlcera gástrica o problemas en la vesícula. Este cuadro médico es conocido comúnmente como una intolerancia a la lactosa, a la postre factor fundamental en la generación de continuos dolores en el estómago.

Dolores de estómago derivados de una intolerancia a la lactosa

La razón del desarrollo de esta intolerancia estriba en que nuestro intestino es incapaz de generar una enzima conocida con el nombre de lactasa, cuya labor fundamental radica precisamente en la absorción de la lactosa y su conversión en glucosa y galactosa. Estadísticamente se trata de una dolencia que afecta a millones de mujeres en todo el mundo, especialmente a partir de los 20 años.

La causa fundamental de su desarrollo es puramente congénita aunque también puede adquirirse a lo largo de una vida a través de diferentes patologías intestinales como los síndromes de malabsorción, la enfermedad celiaca, la gastroenteritis o la enfermedad de Chron. En un menor número de casos, la intolerancia a la lactosa puede desarrollarse a partir de un tratamiento con antibióticos que haya afectado de alguna forma al aparato digestivo. Los síntomas, como hemos anotado anteriormente, tienen que ver mayoritariamente con anomalías digestivas tales como dolor de estómago, hinchazón abdominal, gases, diarrea, pérdida de peso o náuseas.

Existen varias alternativas para hacer frente a los dolores de estómago provocados por una intolerancia manifiesta a la lactosa. En primer lugar, podemos suprimir de nuestra dieta todos aquellos alimentos que contengan esta sustancia, ya sea de forma total en aquellas pacientes más graves o parcialmente en aquellas mujeres que sean menos sensibles y que, por tanto, puedan permitirse un consumo ocasional de estos productos. En segundo lugar, un médico puede prescribirnos suplementos que actúen en nuestro organismo como sustitutivos de la lactasa, aunque no siempre resulta un tratamiento eficaz en todas las pacientes de esta dolencia.  

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